En la parada del colectivo, espero y pienso en cuando llegue al subte qué voy a ver. Las experiencias cambian y las personas rotan, así con todo. El tiempo es fundamental y el lugar donde estás. No sentís lo mismo un sábado que un lunes, no sentís lo mismo a las siete de la mañana que a las seis de la tarde. Y por supuesto, no sentís lo mismo en el colectivo que en el subte. El subte es diferente, la gente que viaja es diferente, el aire que se respira es diferente. Un colectivo lleno no es lo mismo que un subte lleno. Desde los pequeños detalles hasta los más grandes y vistosos. Tener que criticar, y aceptar, algo que usas constantemente es como una punzada al costado del estómago.
Pareciera que depende en el tiempo en el que estás que tus pulmones se logran expandir más y tu mente a la vez se despeja de todo el estrés y la angustia. Los pasillos ya no son un laberinto lleno de personas perdidas, es por fin un espacio habitable sin riesgo alguno.
El sonido inaudible de las pocas personas presentes parece puro y cristalino dando a entender su propósito en este particular transporte. Esas pequeñas migrañas que sufría en el transcurso de mi viaje fueron ahuyentadas por pensamientos de cualquier tipo. En cada estación suena ese chillido que te advierte que se cierran las puertas, lo cual no sirve de mucho porque a los tres segundos se cierran en tu cara aunque corras. Parece un chillido burlón que te esperanza con que puede que llegues a entrar pero su risa se difumina mientras escuchas y ves al subte que perdiste.
Afuera, 20:01 p.m.
El sol ahora está en lugar donde ya no lo podemos ver. El frío es más abrumador que antes. Ese ruido, que te aturde, natural de la ciudad se aplacó ligeramente. Las luces artificiales son lo único que ilumina la calle. La gente camina ya tranquila de que no tenga que ir a algún lugar importante. Pasean.
La vista en un lugar fijo es bastante impresionante, el sentido de que todo esté en movimiento excepto vos. Otra vez, como si el mundo se parara. El mundo parece detenerse muchas veces, constantemente.
El paisaje que veía hace apenas cuatro horas es tan diferente pero algo que no cambia es la ciudad y quienes la habitan.
Lo que a la vez cambia es como veo todo y no parece decepcionarme. Igual que Buenos Aires.
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